En principio parecería existir cierto grado de consenso entre la mayoría de los gobiernos del mundo en que la raíz de la mayoría de los conflictos geopolíticos actuales tiene un común denominador: la inequidad social causada por la injusta distribución de los ingresos en muchos países del mundo.
Y esa enorme diferencia en la distribución de la riqueza es tan evidente que concuerdan en señalarla como la base de todos los males personajes tan diferentes como el presidente chino Hu Jintao, el premier inglés David Cameron, el rico entre los ricos Warren Buffet, el presidente del Fondo Monetario Internacional Dominique Strauss-Kahn o el ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva.
Por algo será.
¿Quién es quien?
Por supuesto que las ponencias de cada uno difieren en cuanto al origen del problema y, por tanto, cuales son las herramientas necesarias para solucionarlo. Pero todos coinciden, al menos de palabra, en los peligros que depara la brecha creciente entre “los ricos y el resto del mundo”.
El saliente presidente chino, Hu Jintao, en su búsqueda de una “sociedad armoniosa”, pone el foco de la inequidad entre las elites citadinas chinas versus los habitantes de las aún muy pobres zonas rurales de su país.
Por su lado el premier inglés David Cameron, a quien el diario londinense Sunday Times atribuyó una fortuna familiar superior a 30 millones de libras esterlinas- sostuvo iluminadamente que las sociedades más desiguales muestran los peores índices de calidad de vida.
Mientras tanto el “gurú” de Wall Street - dueño de la segunda fortuna de EEUU,- Warren Buffet propuso aumentar el impuesto a la herencia como medio de generar recursos fiscales que luego se destinen a planes sociales de desarrollo.
Y Strauss-Kahn, el hombre del FMI, mencionó que “la diferencia de ingresos es una amenaza para la estabilidad social y económica global”. Sin embargo no aclaró como encajaría la reducción de tales riesgos con los planes de ajuste fiscal y restricciones a la ayuda social que distintos países de Europa implementaron bajo el patrocinio del organismo que él preside.
Y en Latinoamérica el ex presidente brasileño Lula Da Silva, cuyas políticas de estado permitieron sacar realmente a 29 millones de sus compatriotas de la pobreza dijo, tiempo atrás que “la pobreza de Brasil es por errores propios, no por culpa de los países ricos”.
Por otra parte en el último Foro Económico Mundial Davos todos los asistentes declararon que “la disparidad económica constituye uno de los riesgos globales mas importantes de la presente década”.
¿Qué cascabel ponerle al gato?
El debate sobre los orígenes y remedios para tal disparidad vienen desde hace mucho tiempo.
Y varios de los exponentes citados más arriba sostenían, hasta hace poco, las bondades de la famosa “teoría del derrame”, según la cual no importaba que los ricos se hicieran cada vez más ricos siempre que los pobres fueran un poco menos pobres.
Pero ahora parecería que en los centros de poder mas importantes del mundo dicha hipótesis perdió adeptos, y en cambio se pone el foco en la desigualdad en si misma y en sus- parece que recién descubiertas- temibles consecuencias.
Tal es así que en la glamorosa Londres es “best seller” el libro “The Spirit Level”, cuyos autores descubrieron que los países con mayor inequidad son los que presentan también peores índices sociales, tales como alta criminalidad y bajas expectativas de vida.
Mientras tanto, según el semanario The Economist, prominentes economistas del mundo llegaron a la conclusión que la enorme disparidad de los ingresos fue la raíz de la crisis del año 2008, ya que los que los sectores de menores recursos se endeudaron por encima de su capacidad de repago afín de acceder a aquellos bienes que siempre desearon y nunca pudieron adquirir.
Otros analistas se empeñaron en destacar la “perversa” influencia de Wall Street sobre los políticos de Washington, que llevó a una mayor laxitud en las leyes necesarias para debían combatir la extrema especulación.
En fin, seguramente cada lector sacará sus propias conclusiones sobre el gran “yo no fui” que acabamos de describir. Pero sin dudas semejante “lavada de manos” no alcanza para disimular que el tema de la pobreza en el mundo es central y preocupa, aún a los más impensados actores.
Igual problema pero distintas causas.
Por supuesto que el mapa de las desigualdades, y por tanto las correcciones necesarias, resultan diferentes según la región del mundo que se trate.
La buena noticia por nuestros Lares latinoamericanos es que la brecha entre ricos y pobres debería achicarse, tomando en cuenta que Latinoamérica crece como nunca antes. ¿Será así?
Sin embargo en otros países emergentes como China las cosas parecen diferentes.
En el gran Dragón las condiciones de inequidad tienen mucho que ver con la existencia de ciudades desarrolladas –Beijing, Shangai, Hong Kong- frente a regiones agrícolas atrasadas. Y ese fenómeno, común en otras partes del mundo, en China se agudiza por la existencia de leyes que limitan la migración interna desde el campo hacia la ciudad.
En otras palabras, los campesinos se encuentran muy lejos de ostentar un nivel de vida siquiera parecido al de los habitantes de los grandes centros urbanos a los cuales, además, tienen limitaciones para migrar.
Del otro lado del mundo, en Norteamérica la desigualdad del ingreso reconoce otros antecedentes. Desde el año 1980 muchos americanos se “cayeron” de la clase media hacia los sectores más carenciados de la sociedad. Y últimamente esa situación se agravó ya que el 1% más rico de la población aumentó sus ganancias en relación al resto de la población.
Y en Europa el esquema desigual se repite incluso a nivel de naciones, con países muy pobre y otros extremadamente ricos dentro de la misma alianza.
El concepto que surge con claridad en todo el mundo, al menos en lo discursivo, sugiere que la cuestión de la inequidad en la distribución de los ingresos pasó a ser cuestión de políticas de Estado debido a los riesgos que implica para la estabilidad de la sociedad.
Indudablemente cada nación del mundo deberá hallar los caminos para alcanzar sus objetivos en la materia, ya que las recetas de aquellos que ofrecían soluciones magistrales y únicas demostraron su ineficiencia absoluta, sobre todo con la crisis del año 2008.
Por esa razón, para avanzar en la solución de un problema de tal magnitud como el analizado, harán falta más hechos que palabras.
viernes, 11 de febrero de 2011
Es la distribución del ingreso, estúpido
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