lunes, 19 de septiembre de 2011

En plena crisis, Europa escribe un nuevo capítulo

En medio de la crisis de confianza que envuelve a las finanzas globales la noticia de la semana fue, sin dudas, el acuerdo al que arribaron los cinco bancos centrales pertenecientes a las grandes potencias económicas del planeta.

Por ello, los banqueros decidieron, en forma conjunta, suministrar una fuerte dosis de liquidez al sistema, para contener el temor de los grandes inversores.

Y eso debido a que en el mundo los resquemores llevaron los precios de las acciones a la baja, tanto como al fortalecimiento del dólar –elegido como refugio–, durante las últimas semanas.

Entonces tanto la Reserva Federal (FED) como las autoridades monetarias de la Unión Europea (UE), más Suiza, Inglaterra y Japón, se comprometieron a prestar fondos en cantidades ilimitadas a tres meses de plazo y a tasa fija para garantizar la existencia de dinero suficiente en los mercados de capitales del mundo.

Por otro lado, China emitió señales que indicarían su disposición a colaborar para alcanzar ese objetivo.

Así, la acción conjunta, que implicaría la imprevista e ilimitada emisión de dinero por parte de las grandes potencias, tiene como objetivo inmediato tratar de detener una incipiente “corrida” de depósitos bancarios. Porque, aunque la fuga de depósitos hoy tenga epicentro en Grecia, donde los ahorristas ya retiraron el 20% de su dinero de los bancos de su país, bien podría extenderse al resto de las naciones que conforman la UE. De igual manera se buscaría dar un respiro a aquellos bancos que, por su exposición crediticia a los países europeos en problemas, “suenan” como insolventes.

Y, aunque en la vidriera de las entidades financieras más castigadas se encuentran las francesas BNP Paribas, Société Générale y Crédit Agricole, los operadores sospechan que los problemas de liquidez alcanzarían a otros bancos colegas tanto en Francia, así como también en Austria y Alemania.

Para decirlo en pocas palabras, los ciudadanos de algunos países europeos extienden el temor por el futuro recupero de sus ahorros, mientras que los grandes inversores abandonan las apuesta de riesgo y se refugian en los lugares que creen seguros, como los bonos del Tesoro de los Estados Unidos y el dólar norteamericano.

¿QUÉ DIJO EL MERCADO? La sensación de debilidad llevó al debilitamiento del euro y otras monedas globales contra el dólar. Sin embargo, esta situación de fortaleza para la divisa de los EE.UU. sería temporaria, sobre todo porque las variables claves de la economía estadounidense también se encuentran castigadas.

Por ejemplo, se registraron 11.000 nuevos pedidos de subsidios por desempleo mientras que la inflación de agosto alcanzó en los EE.UU. al doble de los previsto, un 0,4 contra el 0,2 por ciento.

Por otra parte, la administración del presidente Barack Obama poco favor le hace al fortalecimiento de su moneda ya que, para reactivar el mercado y poder plasmar el plan de crecimiento de puestos de trabajo, necesita reactivar las exportaciones y deprimir las importaciones de productos extranjeros, para todo lo cual el dólar debería devaluarse nuevamente contra la canasta de monedas globales.

En este entorno, y una vez conocida la voluntad de los bancos centrales de inyectar dinero a los mercados, algunos se encargaron de señalar que tal decisión causó la “extraordinaria” recuperación de las bolsas del 15 de septiembre: el índice accionario S&P 500 pegó su mayor salto desde el 2009 y las bolsas europeas subieron 3,6% en una jornada.

No obstante, algunos analistas destacan que en finanzas, cuando se quiere dar una buena noticia aunque los números sean pequeños, nada mejor que rodear la información de fuertes adjetivos calificativos que le den un brillo y “sensación de despegue” mucho mayor que el que la realidad indica. Es que si se toma en cuenta que, sólo en último mes, la Bolsa norteamericana bajó cerca del 4% y la europea duplicó esa caída, queda poco para festejar por el avance del día jueves pasado.

En otras palabras, ningún cambio de fondo se prevé en la economía global y son muy pocos los inversores que, hoy por hoy, juegan siquiera una ficha a la evolución positiva en los precios de las acciones globales. Y al mirar qué sucedió en las Bolsas y mercados de bonos de los mercados emergentes, incluida la Argentina, la evolución de los últimos treinta días es igual de negativa, o aún peor según el caso.

EL FRACASO DE UNA POLÍTICA. En resumen, conviene decirlo, el mal trago en los mercados financieros es sólo un síntoma de los problemas que aquejan a la mayoría de las economías desarrolladas. Además las estrategias utilizadas hasta ahora para resolver tales conflictos, lejos de calmar las aguas, sólo logran sumar mayor inquietud a los inversores. Asimismo, esa intranquilidad se fundamenta en el grado de improvisación, marcha y contramarchas de quienes deben tomar las decisiones de política económica y financiera en las grandes potencias.

En consecuencia, los planes de ajuste que se implementaron en Europa hasta ahora sólo lograron, por ejemplo, llevar las tasas de desempleo en Grecia al 16%, según datos oficiales, y a más del 22%, según fuentes privadas. Peor aún, la falta de fuentes de trabajo en los jóvenes helenos menores de 30 años alcanzaría al 30% entre los hombres y al 38% entre las mujeres.

Mientras tanto, en España se aprobó la “regla de oro” que pretende llevar el déficit fiscal a cero para el 2020, lo cual conlleva la eliminación de planes sociales de ayuda y estímulos que creen fuentes de trabajo, y eso poco favorecerá a la mejora en el desempleo que hoy alcanza a casi tres de cada diez españoles. Por el lado de EE.UU., la falta de trabajo marginó ya al 9% de la población total norteamericana, pero la falta de trabajo llega al 15% entre los grupos minoritarios de afroamericanos y latinos.

Sin embargo, justo es repetirlo, en el mundo se produce suficiente riqueza y el problema es que cada vez más los recursos existentes se concentran en menos manos. El sistema capitalista, para evolucionar, requiere exactamente lo contrario, que cada vez más personas tengan mejores ingresos, porque esa es la única forma que se conoce para reactivar la producción y el consumo. En tanto, los mercados ven la antinomia planteada y entonces se muestran cautelosos a la hora de tomar decisiones.

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