lunes, 30 de agosto de 2010

China e India, aliados sólo por ahora

El eje del crecimiento económico e influencia política en el mundo se desplaza más rápidamente que lo esperado, y se traslada desde las economías maduras hacia los países emergentes, sobre todo a Asia, debido a lo extenso de su población y a su demostrada capacidad de generar riqueza. De igual manera, los potenciales conflictos geopolíticos comienzan a tener como epicentro esa parte del globo.

En ese sentido, la pelea de fondo que parece enunciarse para este siglo sería aquella que tendría como contrincantes a China e India.

El dragón asiático, recientemente desalojó a Japón y se ubicó en el segundo lugar entre las naciones económicamente más grandes del mundo, y en Occidente hay quienes se preguntan si no sobrepasará también a los EE.UU. antes de lo previsto. Queda claro, la pregunta no es si eso ocurrirá, lo cual se descuenta, sino simplemente si tal hecho sucederá antes de lo previsto.

Pero, mientras tanto, Mayland tiene otro rival mucho más cercano, tanto por su vecindad geográfica como por sus raíces étnicas, y ese contrincante se llama India. Y es que esos dos países representan por sí mismos, por cantidad de habitantes y extensión geográfica, casi un continente “per se”.

Ambas naciones crecen a la par tanto económica como militarmente y, por lo tanto, la calidad de las relaciones políticas recíprocas marcará, sin duda, buena parte de los potenciales conflictos de los próximos años. Reafirma ese concepto el hecho de que, según sucede actualmente, el trato mutuo que se dispensan es de rivalidad más que de complementación.

Mientras tanto, otros focos probables de conflicto subyacen también en el continente asiático; por ejemplo, China y Japón aún están lejos de haber resuelto sus antiquísimas disputas. Por otro lado, en una actitud que para Beijing representa una conspiración de Occidente contra su liderazgo, los EE.UU. se encuentran aliados a Tokio, a Corea del Sur, a Taiwán y Vietnam del Sur.

Y, dadas las tensiones existentes y lealtades cruzadas que se observan en Asia, lo deseable sería que el consenso diplomático multilateral fuera capaz de evitar la repetición de los viejos errores estratégicos que llevaron al mundo a grandes y desgastadores choques durante el siglo pasado.

Es probable que buena parte de de la paranoia demostrada, en ese sentido, por distintos dirigentes políticos de las naciones mencionadas sea exagerada. Sin embargo, y por ejemplo, en el mundo despierta cierto recelo tanto el crecimiento económico como militar chino, dado que ellos son actualmente los que más crecen, los principales fabricantes y consumidores de automóviles, los mayores exportadores de productos manufacturados y también uno de los dos mayores productores de polución ambiental en el mundo.

Asimismo, refuerza los temores ajenos la circunstancia de que el “Ejército de liberación del Pueblo” de Mayland se encuentra en continuo perfeccionamiento y expansión, tanto humana como tecnológica, y a pesar de que aún no representaría una amenaza real para EE.UU., sí resulta intimidante para los demás países asiáticos.

En relación con este punto, basta recordar el foco de tensión desatado entre las dos Coreas semanas atrás cuando, aparentemente, un torpedo norcoreano impactó en una nave de Corea del Sur, y probablemente tanto EE.UU. como China se encontraban entre las sombras de ese conflicto.

Por otro lado, al sur del continente asiático, India observa nerviosamente tanto el progreso económico como militar de Beijing , y seguramente recuerda las humillaciones recibidas durante la corta guerra que tuvo lugar entre ambos países hace 50 años, la cual tuvo como eje las antiguas e irresueltas disputas por el control del Tíbet y Cachemira.

Por lo tanto, los indios sienten que su crecimiento y seguridad se ven obstaculizados por China. Y citan como ejemplos de esa actitud, tanto la oposición del gigante a que su vecino continental ocupe una silla en el Consejo de Seguridad de la UN, como a las restricciones que les impone en el abastecimiento de combustibles y, para peor, las relaciones que Beijing obtiene con el tradicional enemigo de Nueva Delhi, Pakistán.

Debido al complejo escenario de conexiones descripto, India se acercó estratégicamente a EE.UU., sobre todo en relación con los ultrasensibles planes de cooperación nuclear. Por supuesto que la burocracia china considera la mencionada alianza como una amenaza, a sabiendas de que a largo plazo su vecino del Sur será su mayor contendiente en la lucha por la hegemonía global. Y también, algunos autócratas en Beijing recelan del sistema político democrático que ostenta su potencial adversario.

Además, claro está, que la nación India tiene un fuerte potencial de desarrollo, aunque actualmente se encuentre muy lejos en términos de generación de riqueza del país de la gran muralla. Y uno de los factores que anuncian esa futura prosperidad es el permanente crecimiento demográfico indio, mientras que en China la población económicamente activa no evoluciona al ritmo necesario. Un dato que no es menor, sobre todo si se piensa en términos de disponibilidad de mano de obra y de potenciales consumidores a futuro.

Otra realidad a contemplar, en términos de balance geopolítico y militar, es que el ejército indio resulta numeroso en cantidad de efectivos (entre los cuales se encuentran nuestros conocidos ghurkas nepaleses) y tiene acceso a sofisticados equipamientos militares gracias a sus amistosas relaciones diplomáticas con las naciones de Occidente.

Sin embargo, y aun con las tensiones político-militares pasadas y presentes entre India y China, para muchos analistas la hipótesis de un conflicto bélico a corto plazo carece de probabilidades. Y esto sería así, entre otras razones, porque a ninguno de los dos les convendría tirar por la borda los casi u$s60.000 millones anuales de intercambio comercial mutuo. Pero, también es cierto y el siglo XX lo demostró, que a veces naciones con intereses comerciales comunes igual eligieron la vía del conflicto para resolver antagonismos.

Conclusiones. Pocas dudas caben acerca de la conveniencia de que las naciones asiáticas convivan en términos de razonable armonía, a pesar de sus conflictos de intereses. La pregunta sería qué herramientas utilizar para evitar que las divergencias se transformen en graves enfrentamientos.

En primer lugar sería necesario que se cierren los conflictos fronterizos sino-hindúes, que siempre constituyen un foco de tensión –o excusa– que podría explotar en cualquier momento.
Asimismo sería deseable la creación de eficientes organismos multilaterales de relaciones diplomáticas asiáticos, lo cual es resistido por China, que prefiere administrar sus negociaciones en ese terreno “uno a uno”.

También ayudaría la profundización de un proceso democrático en Mayland, tal que permita incorporar la opinión de mayor cantidad de ciudadanos a las grandes decisiones de esa nación.
China e India serían, muy probablemente, las potencias predominantes en el siglo XXI. Por lo tanto de ellas, y de su capacidad para dirimir conflictos, dependerá en buena medida el equilibrio de poder en el mundo durante la presente centuria. Y todos esperamos que esos dos líderes hagan de las mutuas concesiones y la coexistencia razonable, sin olvidar sus intereses nacionales, verdaderas políticas de Estado.

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