La "teoría del derrame", es una concepción relacionada con la distribución de la riqueza que se extendió por todo el mundo en la década del 90. Según la misma, los buenos resultados macroeconómicos que obtuviera la comunidad llegarían en primer lugar a sus estratos más acaudalados para, luego, “derramarse” al resto de la sociedad.
Según lo visto hasta ahora, parecería que esa hipótesis estuvo errada, al menos si se observa la alta concentración de capitales que se verifica en todo el mundo. En palabras del ex presidente del BCRA, Alfonso Prat Gay,
al diario La Nación , "la teoría del derrame no funcionó ni en los 90 ni ahora".
Consistentemente con ese comentario, las muy buenas rentabilidades obtenidas por las mayores compañías de la economía más grande del mundo, EEUU, en el primer semestre del corriente año no lograron, hasta ahora, hacer mella en el alto nivel de desempleo que afecta al país del norte. Vale agregar que, en ese aspecto, Europa está aún peor.
Así mismo los inversores, que en otros momentos de buenos resultados empresarios se apuraron a comprar barato en el mercado de acciones, actualmente se muestran a la defensiva y “aguardando a ver que pasa”.En otras palabras quieren verificar si crece el consumo, único factor que haría sustentable en el tiempo las buenas noticias brindadas por las corporaciones.
A la vez, y desde los sectores políticos de Washington, se acusó a las empresas de guardarse en la caja los dividendos obtenidos, en vez de aplicarlos a producir mayor cantidad de bienes y generar mayor empleo.
Conviene recordar aquí que el ciudadano americano, a diferencia del latino o del europeo, fue históricamente muy proclive a invertir en las acciones de las empresas de su país, confiando en una añeja concepción mística que sostenía que la prosperidad de las grandes empresas se traducía en un mejor de vida para todas las personas.
Y esa cadena de creación de valor, que funcionó durante décadas en EEUU, hoy está en dudas porque las mayores ganancias de los grandes conglomerados productivos ya no se convierten en la creación de mayores fuentes de trabajo.
Y si las empresas de esa región del globo actualmente prefieren retener la liquidez obtenida en vez de reinvertirla en el giro del negocio se debe, al menos en parte, a lo aprendido durante la crisis del año 2008.
Y es que, todos recuerdan, en aquél momento las corporaciones no tuvieron como financiarse, ya que la oferta de los mercados de capitales literalmente desapareció, y los bancos no asistieron crediticiamente a sus clientes, algunos por falta de capital disponible y otros por temor a no recuperar sus préstamos .En consecuencia, y hasta hoy, las compañías optan por guardarse sus billetes, reducen al mínimo sus inversiones de capital, y mantienen bajos sus costos de explotación, lo cual implica no tomar nuevo personal y mantener deprimidos los salarios.
Indudablemente, entonces, los inversores saben que resultará muy difícil a las empresas sostener y repetir las buenas performances mostradas últimamente, ya que las mismas se basaron en fuertes reducciones de gastos antes que en nuevos y mejores negocios. Consecuentemente, los flujos de fondos dirigidos a Wall Street son muy bajos si se los compara con el recibido por la bolsa americana en otros momentos de “recuperación económica”.
En otras palabras, parecería que el sentimiento predominante entre los grandes operadores de acciones es que las mejoras corporativas son tales si se las compara con el profundo alcanzado post Lehman Brothers, y que por lo tanto existen pocas expectativas de que la mencionada bonanza tenga mucho camino por recorrer.
Y eso a pesar que en anteriores momentos críticos, como los ocurridos durante los años 1980 y 1990, las ganancias de las grandes firmas en EEUU declinaron hasta representar solo el 7% del PBI, mientras que actualmente alcanzan el 11% del producto.
En realidad se piensa que ese progreso se debió sobre todo a la rentabilidad que provino de los negocios en los mercados emergentes, los cuales ayudaron a que las exportaciones de Norteamérica crecieran aceleradamente .También colaboró el hecho de que actualmente exista sobreoferta de mano de obra mas barata. Y, por último, acompañó la recomposición de stocks con uso más intensivo de la capacidad instalada, pero sin mayor inversión productiva.
Más aún, el mercado está muy cauteloso y premia a quienes con sus excedentes acumulan reservas de capital y siguen cortando costos, y castiga a aquellos que pretenden usar sus ingresos para aumentar la operación.
Un ejemplo de ello es el de las aerolíneas, las cuales pudieron eludir el último desastre recesivo disminuyendo sus frecuencias de vuelos, esto se tradujo en menor cantidad de asientos vacíos y por lo tanto en menores costos de explotación. Por eso cuando Delta Airline anunció recientemente que aumentaría la cantidad de viajes en sus rutas, la acción cayó fuertemente. Evidentemente, entonces, los accionistas prefieren la cautela antes que la expansión, al menos por ahora.
Por el contrario, y corroborando lo anterior, el valor de las acciones de Harley Davidson mejoró notablemente desde el mes de julio hasta ahora. Y esto sucedió después que la empresa anunciara que, a pesar de sus mayores ingresos, mantendrá su política de disminución de costos y reducción de puestos de trabajo.
Como pudo verse hasta aquí, muchas de las grandes empresas de EEUU exprimieron al máximo sus gastos últimamente, lo cual les permitió mejorar notablemente los números en sus balances .Y también es posible concluir que la mejor situación empresaria estuvo lejos de traducirse, a diferencia del pasado, en una mejor situación salarial y de mayor empleo para las personas.
Además sería bueno recordar que la realidad descripta en el párrafo anterior se verifica no solo en la sociedad norteamericana, sino en buena parte del mundo. Porque a veces la memoria, y no solo los negocios, sufren algo parecido a una “reducción de costos”.
domingo, 22 de agosto de 2010
En EEUU las mayores ganancias empresarias no implican, hasta ahora, mayor nivel de empleo
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