Según señala el reporte de los analistas de Global Track-EPFR, los mayores fondos de acciones de los países emergentes recibieron últimamente más de u$s9.000 millones en nuevas inversiones provenientes de las cuentas de money market –cajas de ahorro– de todo el mundo, mientras que más de u$s4.000 millones del mismo origen fueron utilizados en la compra de bonos de países emergentes como, por ejemplo, la Argentina.
Por lo expuesto, se refuerza el concepto relativo a que actualmente el apetito de ganancias de los inversores globales va en aumento.
Y además del impulso por obtener mayores ingresos, los capitales financieros globales se decidieron a tomar mayores riesgos de inversión debido a que el escenario macroeconómico del mundo parece atravesar un momento de cierta estabilidad. En otras palabras, las malas noticias financieras dejaron de ocupar todas las tapas de los diarios.
Y en consecuencia, los recursos monetarios especulativos del mundo se dirigieron en gran medida a la compra de activos financieros, acciones y bonos, de los mercados emergentes, en su nivel más alto de las últimas seis semanas. Sin embargo, una región del globo estuvo claramente ausente de las preferencias de los inversores: nos referimos a los países más ricos tanto como a las naciones “en desarrollo” de Europa.
En ese sentido los mercados accionarios registraron, en dicha geografía, una pérdida neta de fondos en lo que va del 2010. Y es que los inversores saben que las mejoras fiscales de las naciones de la UE se producen a expensas de la disminución del consumo y los salarios, lo cual incide negativamente en los balances de las empresas y, por lo tanto, en sus posibilidades de generar ganancias a corto plazo.
Asimismo, resultaron magras las nuevas remesas de dinero para los fondos de bonos globales, formados en un 30% por títulos de deuda de países de la alianza europea. Y eso se debe a que los inversores aún dudan de la capacidad de repago de algunos de sus Estados y empresas.
Cómo armar los portafolios. Una visión de mediano plazo. Las preferencias de los apostadores globales y, por lo tanto, la evolución de los precios de los activos financieros, alteró los patrones de medida existentes antes de la crisis del 2008.
Por eso, algunos analistas hablan de una nueva “normalidad” de los mercados, la cual se manifiesta en altas volatilidades y cambios de las viejas “reglas de oro” en el comportamiento de las Bolsas. En pocas palabras, esto significa un aumento de incertidumbre y probabilidades de obtener rentas por caminos diferentes de los conocidos hasta ahora.
En ese sentido, cuando se esperaba un mercado accionario a la baja en un escenario de mayores riesgos, se prefería apostar a bonos de la deuda pública antes que a activos de renta variable. Y si, por el contrario, se imaginaba un escenario de bonanza económica, la decisión solía resultar exactamente a la inversa, con lo cual se abandonaban los activos más conservadores y se asumían más riesgos.
Sin embargo, y a juzgar por el comportamiento de los mercados durante los últimos seis meses, la combinación mencionada habría perdido cierta vigencia.
Tanto es así, que en ese período los precios tanto de las acciones como de los bonos de deuda pública globales a largo plazo tuvieron resultados positivos, lo cual, según lo comentado, resultó totalmente extraño.
Por lo menos así lo indica el crecimiento de 4,6% del índice MSCI All World (mide la performance accionaria de cuarenta y cinco países desarrollados y emergentes), y a la vez la evolución positiva del 4,7% que mostró el indicador del Banco Barclays de Bonos Globales.
Una explicación posible sería que las acciones estaban extremadamente baratas y, aun en un escenario teñido por los temores, hubo quienes se decidieron a tomar riesgos. O también podría pensarse que como las utilidades corporativas que forman el índice S&P 500 fueron bastante más altas que lo esperado por los analistas, eso influyó positivamente en la voluntad de los compradores.
Por lo expuesto, y a diferencia del pasado, se conjugaron resultados empresariales inesperadamente buenos en un escenario macroeconómico bastante negativo, lo cual dejó como corolario que se elevaran los valores de las acciones y de la deuda pública a largo plazo en forma conjunta.
Lo más probable sería que la mencionada combinación difícilmente pudiera repetirse eternamente; después de todo las acciones valen más si las expectativas de ganancias empresariales son buenas, algo difícil de lograr en un mundo de bajo consumo y riesgos recesivos.
De todos modos, la importante tasa de desempleo que se registra en el mundo junto a un consumo global que no repunta, seguirán presionando a la baja los costos laborales. Por lo tanto, las empresas, aun en un marco insatisfactorio de ventas, podrían apropiarse de una mayor cuota de ganancias a costa de reducir aún más el impacto en gastos de su nómina salarial y, de esa manera, aumentar el resultado final de los balances.
¿Y la Argentina? Euforia sería la palabra adecuada para describir el estado de ánimo del mercado financiero local, que festeja actualmente la recepción de dinero fresco de todo el globo.
Es que las ansias de mayor rentabilidad, y los “deberes” financieros bien hechos por nuestro país, justificaron que por primera vez en treinta meses ingresaran capitales por u$s392 millones.
Sin embargo, valdría recordar dos datos sobre ese punto.
Las entradas de dinero mencionadas son temporales, ya que se dirigen al mercado de bonos y acciones –del cual se puede salir en minutos– y no a financiamientos de largo plazo, como sería la instalación de nuevas fábricas u otras obras de infraestructura.
Además, un excesivo ingreso de divisas reforzaría el valor del peso y afectaría nuestra capacidad exportadora (problema parecido al que atraviesa Brasil con la revalorización del real), lo cual obligaría al Banco Central argentino a realizar más compras de dólares para evitar tal indeseable efecto.
Conclusiones. Para el escenario internacional cabrían dos líneas de pensamiento, según cómo se vislumbre el futuro de la economía global.
En ese sentido, si los EE.UU., que siguen siendo la mayor economía del mundo, se encaminaran a una recesión arrastrarían en el corto plazo a toda la actividad económica del planeta. Entonces las inversiones “refugio”, como las de los bonos soberanos norteamericanos o alemanes por ejemplo, tendrían sentido.
Pero según creemos, el que viene será un escenario de desarrollo lento con riesgos de default de deudas soberanas controlados, con lo cual las alternativas de inversión podrían tomar un rumbo distinto.
Básicamente, radicarían en el posicionamiento de la mayor parte de la cartera en bonos de deuda soberana de países con buena posición fiscal de dos o tres años de duración, más una apuesta accionaria a países emergentes, como los ubicados en el norte de Asia (China, Hong Kong, Corea del Sur).
Y para el mercado de renta fija de nuestro país, aun con los desbordes del gasto público y los riesgos inflacionarios, es de esperar que se mantenga la búsqueda de ganancias de los apostadores globales, lo que consolidará la demanda por dichos activos y su consecuente mejora en el nivel de precios de algunos de ellos.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Cómo se mueven hoy los flujos de dinero en el mundo
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