A mediados del mes próximo se desarrollarán las elecciones para renovar la composición de los miembros del Congreso de EEUU.
Y a muchos políticos, de cara a sus electores, les convendría encontrar un responsable para culparlo de los dos flagelos que ni demócratas ni republicanos pudieron resolver hasta ahora: la recesión y el desempleo.
Por lo expuesto el blanco de la culpabilidad elegido por los norteamericanos para atribuirles su desgracia sería China y la sobrevaluación del Yuan.
Y, mas allá de que el reclamo sobre el tipo de cambio tenga cierta validez, hay otras cuestiones de fondo más importantes para comprender en este conflicto.
La primera consideración en ese sentido sería que la fortaleza o debilidad de la economía de una nación depende, antes que nada, de cuan sólidas sean sus propias políticas de inversión, ingresos y endeudamiento , más allá que la coyuntura externa a la cual se enfrente le resultare favorable o adversa.
Y, en ese sentido, EEUU hizo todo lo posible en los últimos años para encontrase en una posición desventajosa frente a su competidor de Oriente.
Porque la nación americana, entre otras cosas, gastó dinero que no tenía, se endeudó para comprar bienes de consumo y, además, fue el epicentro del mayor quebranto financiero de las últimas décadas causado por las hipotecas sub. Prime
Y otra cuestión que convendría recordar, sería que tal entorno de endeudamiento y destrucción de la producción interna norteamericana estuvo lejos de ser casual, y tuvo su origen en las estrategias de política económica desplegadas por los sucesivos ocupantes de la Casa Blanca.
Y las mismas consistieron en favorecer o consentir que las grandes empresas dejaran de producir en su país y se trasladaran a oriente, donde la mano de obra y los gastos de producción en general eran – y son aún – más baratos.
Y esa permisividad se otorgó a cambio, simplemente, de que dichas compañías repatriaran una parte de las utilidades percibidas por su negocios en el exterior.
O es posible ver en algún lugar del mundo, hoy día, un producto “made in usa”?
Luego, otro sería el dinamismo de recuperación de empleo en el país del norte si aún habitaran su suelo las empresas manufactureras que se trasladaron al continente asiático, cobijadas además por algunos conceptos de supuesta eficiencia y productividad, tan de moda durante los años noventa.
Por supuesto que, al mudarse, las grandes compañías también se acercaban a un mercado que, solo en China, tiene un potencial de consumo nueve veces mayor que EEUU, cuyos habitantes se encuentran ávidos de poseerlos y están, además, mucho menos endeudados que los americanos.
Y, para consolidar la historia y calmar algunas nostalgias nacionalistas, se construyó el mito que la nación americana importaba solo productos baratos de consumo masivo, guardando para sí la producción de bienes de alta tecnología.
Por consiguiente, esa creencia pudo ser cierta en alguna época pero, actualmente, Norteamérica importa desde China también bienes de alto valor agregado y componentes científicos de calidad superior.
¿O alguien podría suponer que cualquier empresa de manufacturas sofisticadas de origen americano desaprovecharía la oportunidad de producir afuera de su país si obtiene menores precios de costo y está, además, cerca de una enorme masa de clientes con demanda insatisfecha?
El problema actual: las elecciones en EEUU
Como dijimos, las urgencias de próximas elecciones generan une escenario propicio para que Washington preste más atención a la política monetaria de Pekín e intente-nuevamente- centrar en ella la responsabilidad por el desempleo y la recesión.
Y, en la búsqueda de canalizar las frustraciones del electorado, los legisladores estadounidenses trabajan duro con el objetivo de aprobar un proyecto de ley contraria a los intereses de China, mientras que la administración del presidente Obama dio señales que aumentarán las presiones sobre Beijing en esa dirección.
Sutil cambio en el eje de poder
Por supuesto que EUU carece del poder necesario para forzar al gobierno chino a modificar su estrategia monetaria, por lo cual el camino más probable que se seguirá será el de la negociación para dirimir-o postergar el diferendo.
Por lo pronto, y para continuar con los fuegos de artificio, el Departamento del Tesoro americano podría el próximo 15 de octubre en su informe sobre “Manipulación de Monedas Extranjeras” acusar a Beijing de fijar un tipo de cambio artificial para el Yuan, dado que el banco central chino es quien controla el mercado de cambios de esa divisa.
Y la Casa Blanca-dice- confiar además que en la reunión del Grupo de los 20 a realizarse en Corea del Sur el próximo mes de noviembre se ejercerá suficiente presión de manera tal de obligar a que el Dragón acelere su reforma monetaria.
Por otro lado algunos, pocos, halcones en Washington sueñan con llevar la confrontación hasta la ruptura de las relaciones sino-estadounidenses.
Pero esa convicción, que ni siquiera alcanza el rango de hipótesis, parecería prácticamente imposible si se toman en cuenta los intereses cruzados, además de las divergencias, que ostentan ambas potencias en sus relaciones mutuas.
Sin llegar a tal extremo, el país del norte tendría la alternativa de impulsar algunas medidas más audaces que excedan sus meras declaraciones de enojo. Por ejemplo extender y profundizar la carga arancelaria para ciertos productos de origen chino.
Pero esa decisión llevaría a una respuesta asiática, y la realidad indica que EEUU esta luchando con sus problemas económicos internos, además de sus conflictos con Irán y Afganistán y el equilibrio de energía en Oriente. Y todos esos focos de tensión les dejan a la administración del presidente Obama pocas energías para, además, pelearse con China.
Por consiguiente, y a diferencia de otras disputas políticas y económicas que sostuvo en el pasado, la nación americana hoy se encuentra en el lugar de un país debilitado que solo puede reclamar a otro más fuerte por lo que considera un avasallamiento de sus derechos. En otras palabras, está lejos de poder imponer su voluntad por la fuerza.
En consecuencia, difícilmente el país del norte ataque a fondo a su principal financista, mientras que Beijing iría contra sus propios intereses de corto plazo si agregara problemas a quien por ahora es su principal cliente.
Por todo lo expuesto, se espera que la tensión, tanto en forma de agresiones verbales o como amenazas, se intensifique entre las dos grandes potencias debido a sus diferencias. Pero no mucho más que eso.
Sin embargo, y considerando la perspectiva general de los conflictos de poder sino-americanos, la lucha por la supremacía de las monedas entre ellos es solo un capítulo.
Por consiguiente, la pelea de fondo irá profundizándose en la búsqueda de un ganador que obtenga para si la hegemonía global.
martes, 19 de octubre de 2010
Elecciones en EEUU y Guerra de Monedas
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