martes, 19 de abril de 2011

En las contradicciones actuales de los mercados están las fuentes de ganancias para el bolsillo de los inversores

Los momentos que se viven en los mercados financieros globales están plagados de contradicciones y, por lo tanto, de oportunidades de ganancias.

Y eso es así porque hoy en día existen activos de inversión que, aunque aumentaron su valor en el último tiempo, se encuentran a bajo precio en relación al valor potencial que alcanzarían si la economía mundial continuara el zigzagueante camino que actualmente recorre.

El primer enigma sobre el cual convendría hallar respuesta sería entender porque los resultados que se pueden obtener en las inversiones en las bolsas de los llamados “mercados emergentes” resultan mucho más atractivos que las ganancias potenciales
Que arrojarían los mercados maduros, y eso a pesar que las acciones emergentes están más caras y con mayor exposición a la inflación en sus áreas de influencia.

Y la respuesta es difícil de hallar a simple vista.

Podría alegarse, por ejemplo, que el rápido crecimiento chino impulsó un aumento en el valor de sus empresas y, por lo tanto, de los papeles que las representan.
Pero eso dista de ser real porque, en el corto plazo, la relación entre crecimiento económico y aumento en el precio de las acciones suele ser poco robusto.

Además los riesgos de inflación, la cual es enemiga del crecimiento de las bolsas, están a la vuelta de la esquina tanto en el Dragón como en otras naciones en desarrollo debido al impresionante aumento en los precios de los alimentos y combustibles.

Entonces las cotizaciones de los securities en esas naciones deberían decrecer en términos reales, dado que la economía “licua” su consistencia en valores constantes, pero sin embrago sucede todo lo contrario y las acciones emergentes están más valoradas que la de los países del primer mundo.
Una respuesta posible a esa paradoja podría encontrarse en la significativa cantidad de dinero que volcó la Reserva Federal de EEUU a los mercados a través del llamado plan “quantitave easing two2” (QE2”), por el cual el banco central norteamericano compró bonos para mantener bajos sus rendimiento y así lograr que más dinero de los ahorristas salga de las inversiones y se vuelque al consumo.

Sin embargo sería difícil que el gobierno americano lance nuevos planes de monetización tales que sostengan nuevamente los flujos especulativos.
Además resulta complejo discernir porque los inversores confían en que los ingresos de las empresas continúen su crecimiento, y por tanto mejore aún más su valor de mercado, cuando todos los indicadores señalan que las mejoras en la productividad y disminución de costos de las grandes compañías emergentes llegaron a un límite difícil de superar.

Es más, llegado a ese cenit, cualquier aumento en la productividad requeriría nuevas inversiones de capital cuyos resultados positivos solo se verían a mediano plazo.

Por otra parte es cierto que los grandes inversores se financian con el dinero barato y elijen para apalancarse acciones de empresas proveedoras de alimentos y combustibles, muchas de ellas con operaciones en los mercados emergentes.

Pero también es verdad que los valores de los stocks crece además en Portugal, Japón y hasta Libia, todo lo cual demuestra que el movimiento especulativo es muy amplio y se expande por diferentes, y riesgosas, razones.

Por lo tanto quienes compran acciones japonesas lo hacen confiados en que las mismas aumentarán de precio debido a que los daños producidos por los Tsunami serían menores a los que se pensaron durante los primeros momentos del desastre y que, por lo tanto, la economía se verá menos afectada que lo previsto.

Y, por el lado de la eurozona, los inversores creen que los problemas de Portugal serán contenidos, de una manera u otra, por la UE y por lo tanto arriesgan sus fichas en ese castigado país.
Por supuesto que el gran temor se centraliza en España y su enorme deuda con los bancos, la cual realmente podría hacer tambalear la estabilidad de la alianza.
Sin embargo en los últimos meses, y aún con todos sus problemas, los españoles lograron obtener fondos del mercado internacional para financiarse, lo cual los alejó de los riesgos de default. Y ese razonamiento es el que alienta la compra de activos de riesgo españoles.

Nuevamente, el gran actor que sustenta esos negocios es la existencia del dinero fácil y barato.
Todo lo cual en definitiva lleva a entender que el verdadero riesgo de las inversiones especulativas lo corren los bancos centrales emisores de moneda, los cuales se preocuparán, supuestamente, de resolver los problemas de la macroeconomía y los mercados para recuperar el dinero que lanzaron al mercado, como así también bregarán para evitar la quiebra de aquellas empresas que son “demasiado grandes para caer”.

Y un ejemplo de ese escenario posible ya se vio con el salvataje de los grandes bancos americanos y europeos por parte de sus gobiernos.

Es que en definitiva las autoridades monetarias saben que son corresponsables de las burbujas especulativas, y los mercados toman nota de ese “sentimiento de culpa” y lo aprovechan a fondo.

De esa manera, por ejemplo, se explica que los bonos de las grades empresas privadas de todo el mundo tengan tanta demanda, cuando todo indicaría que en momentos de crisis los inversores querrían desprenderse de ellos y comprar solamente activos muy seguros.

Por lo tanto el dinero barato, sumado a la expectativas que los bancos centrales de las grandes economías “algo van a hacer” para evitar un crisis severa de pagos, es lo que impulsa el valor de muchas de las acciones de mayor riesgo tanto como la compra de bonos de deuda privados de menor calificación crediticia.

Y tales esperanzas, guste más o menos, se basa en que históricamente quedó demostrado que las pérdidas de los mercados se “reparten” entre todos los ciudadanos de los países, sean o no inversores.

Mientras tanto tal vez sería bueno aprovechar la fiesta existente.

Y, en ese sentido los bonos indexados americanos, tanto como las acciones del índice S&P y los metales son invitados preferidos en la mesa de muchos jugadores.

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