miércoles, 13 de julio de 2011

Europa, a las cosas por su nombre

Aunque ya se dijo en reiteradas oportunidades, tal vez sea útil repetirlo.
En la actual crisis a los gobiernos de las principales potencias europeas, y a las autoridades monetarias de ese continente, parecería que los guiara el objetivo principalísimo de salvar a los bancos de la región.

Por ende cualquier estrategia que se instrumente contemplará esa prioridad en primer término pero, además, con el agravante de que nadie puede asegurar el éxito de tal cometido.

En otras palabras parecería que, en las agendas oficiales, el costo en bienestar de las personas ocupara un lugar secundario.

Y ya se sabe que en los salones de reuniones de pisos altos, en los cuales suelen tomar decisiones, las alfombras y el vidrio blindado amortiguan los gritos de protesta que vienen de la calle.

Por tanto solo bajo el paraguas conceptual de lo antedicho podrían comprenderse las políticas instrumentas en la UE ya que, se sabe, ningún país sale de una crisis con un ajuste de cinturón, que solo suele beneficiar a una minoría.

Por lo tanto los sectores que ocupan los lugares más bajos de la pirámide social son los que más sufren, ya que están menos educados, acceden a puestos de trabajo menos calificados y más fácilmente prescindibles, amén de ver recortados los subsidios sociales que los auxilian.

Además también padece buena parte de la clase medias de profesión liberal que, en general, vende bienes y servicios también al segmento social mencionado en el párrafo anterior.

Finalmente, con el ajuste fiscal, toda la riqueza de la nación tiende a disminuir a y concentrase en menos manos.

Y todo lo mencionado hasta aquí se escribe en cualquier manual de “economía con sentido común”

La bella Italia

La economía de la península se descascara desde hace años.

En términos de la calle podría asimilarse a un huevo al que se le hizo un orificio por el cuál se derrama lentamente todo su contenido.
Y así, con un endeudamiento del 120% de su PBI, la mencionada cáscara puede romperse fácilmente.

De esa manera muchas industrias italianas cerraron las plantas en su país y se marcharon a la ex Europa del Este y África para aprovechar la existencia de mano de obra barata, o utilizaron la corriente inmigratoria que llegó a la república italiana para aumentar la productividad fabril.

En ese sentido basta recordar que la empresa Fiat, símbolo de Italia, amenazó con cerrar su planta en Italia e instalarlas en países más baratos. Y ese proceso empezaría en Sicilia, lo cual actualmente disparó una huelga general de sus trabajadores.

Y el nivel de vida de los italianos acompaña esa debacle, de manera tal que Europa hoy está casi “barata” en términos internacionales.

Por ejemplo en las coquetas sastrerías de la ciudad de Siena se pueden comprar trajes a menos de seiscientos pesos argentinos, o camisas en la romana Vía Condotti a un tercio de los precios que se observan en Buenos Aires o, porque no, almorzar en el lago Di Como mientras se observa Suiza por 70 unidades de nuestra moneda.

Y los mencionados valores, que alegran al turista, probablemente sean un símbolo del bajo consumo del mercado interno italiano.

Porque ¿cuánto le queda para consumir a un empleado de comercio romano con un sueldo inicial de 1.000 euros si el costo de un alquiler de un mono ambiente en el centro de la capital italiana se ubica en los 900 euros?

Y que pasa con las finanzas
Nada viene de la nada, decía el filósofo.

Por tanto, en el contexto descripto, causó poca sorpresa que rendimiento de los bonos del gobierno de Italia a 10 años tocara su nivel más alto en nueve años el 8 de julio, cuando los temores de contagio se intensificaron.

Y es que últimamente el sentimiento del mercado hacia Italia se derrumbó debido al incremento de la inestabilidad política, las pobres perspectivas de crecimiento económico y la continua incapacidad de los legisladores de la UE para negociar el alcance de la participación del sector privado en el siguiente paquete de rescate de Grecia.
Solo se detuvo la mencionada caía de precios de los activos financieros, el martes 12 de julio, debido a los rumores según los cuales el BCE se encuentra en proceso de comprar bonos de los países en problemas, todo lo cual permitió suavizar las bajas en los mercados europeos.
Pero toda la sensación de los operadores es que una fuerte crisis financiera se construye en Europa.

Y eso es así porque los rescates a Grecia, Irlanda y Portugal se diseñaron para ganar tiempo y evitar el contagio a España e Italia, pero parecería que esa estrategia da muy poco resultado.

Por tanto los inversores huyen del riesgo, lo cual llevó al índice de acciones europeas Stoxx50 a caer 1,7% el día de ayer y al euro a tocar 1,40 por dólar de EEUU.
De acuerdo a ello parecería que los mercados se mueven mucho más rápido que las autoridades europeas, lo cual recuerda la primera crisis crediticia del año 2007 o la onda expansiva post Lehman del año 2008.

Y sin dudas las cosas podrían empeorar el viernes próximo cuando se den a conocer los resultados del stress test
de bancos europeos, entonces se sabrá que entidades son las más débiles y cuales son los riesgos potenciales del sistema.

Alternativas de corto plazo

Por todo lo expuesto se encuentra dentro de lo posible que los planes de ayuda sean insuficientes para evitar un colapso.

Entonces un default oficial griego sería posible, opción que los políticos descartaron hasta ahora pero que vuelve a estar en el centro de la escena.

Y esa situación de todas formas requeriría de auxilio de capital a los bancos griegos, tanto como a los de Irlanda y Portugal para evitar mayores daños y contagios.

Una segunda alternativa sería que el Banco Central Europeo aumente el monto de las compras de bonos a países en problemas, para lo cual ese banco central tiene la autoridad suficiente.

Claro está que esa acción comprometería el balance del BCE, pero tal vez sea mejor tener una cartera crediticia menos san antes que dejar que el euro colapse y quedarse sin moneda.

Existe una tercera opción, tan atractiva como difícil de materializar.

Nos referimos a una unión fiscal de todos los países de la zona euro, de manera tal que se pudiera reemplazar los bonos de cada nación en forma individual por títulos conjuntos emitidos por la UE, y con garantía de los gobiernos.

Por cierto que llegar a semejante acuerdo fue imposible en tiempos de bonanza, por lo cual sería más difícil en medio de una crisis, o tal vez más fácil ante la cercanía del precipicio.

Todo dependerá de la vocación de políticos y autoridades monetarias para salvar la estructura de la UE.

Entiéndase bien que hablamos de salvar a la alianza en su conjunto, lo cual es distinto que fortalecer a uno o dos países en detrimento de todos los demás socios, lo cual sería una victoria pírrica.

Y tanto la sociedad como los mercados sabrán apreciar la diferencia.

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