Hace quince días, en medio de amplio despliegue mediático, la UE informó que daría a conocer el resultado del análisis que efectuara sobre el estado de saludo de los bancos de países pertenecientes a la alianza (stress test) como una manera, se dijo, de generar mayor confianza en los temerosos mercados, afectados por las turbulencias de las amenazas de default de algunos países pertenecientes al viejo continente.
Y, en relación a ese tema, trascendió también que las agencias calificadoras miraban con atención las carteras de los grandes bancos europeos, tenedores de deuda soberana y privada de distintos gobiernos y empresas de la eurozona.
Entonces, inmediatamente, se oyó la voz de distintos sectores políticos que pusieron en tela de juicio lo dicho por las calificadoras, y hasta mencionaron que se debían prohibir sus análisis.
Finalmente, el último viernes, se dio a conocer el resultado del “stress test” europeo que, aunque mencionó algunas entidades bancarias que debían mejorar su solvencia, que estuvo lejos de su objetivo, que fue producir una “ola “ de confianza en los inversores.
¿Por qué falló la prueba bancaria?
Tal vez debido a que, por ejemplo, las empresas financeiras de países en problema como Italia e Irlanda (claramente en crisis) pasaron la prueba sin malas notas.
O porque, según el dictamen oficial, con solo 3.500 millones de euros se podrían resolver los problemas de falta de capital de los 8 bancos que necesitarían tal refuerzo.
Por lo tanto, algunos concluyen, el juicio sobre el estado de los bancos que realizó la UE estuvo lejos de alcanzar suficiente consistencia.
Luego muchos continúan con el pensamiento acerca de la situación en Europa, que se inició como una crisis financiera bancaria y financiera focalizada en la potencial insolvencia de varias deudas soberanas, se transformó ya en un problema institucional cuya magnitud aún se desconoce.
Y que, además, quedó expuesta la inhabilidad de la Unión Europea en su conjunto para tomar decisiones efectivas que resuelvan los problemas del colectivo societario.
En consecuencia, el accionar de los dirigentes de dicha alianza, en vez de aportar soluciones, se convirtió en parte del problema. Y esa situación se convirtió en una amenaza para la estabilidad de todo el sistema financiero global.
Porque ya es imposible separar la evolución del sistema bancario de los riesgos de las deudas soberanas, lo cual transforma la debilidad europea en institucional, y la saca de la órbita de los negocios privados.
Y esa es otra razón principal por la cual el stress test que se publicó el viernes pasado perdió la efectividad que podría aportar dos años atrás, momento en el cual era importante conocer la situación individual de las entidades financieras. Porque hoy, repetimos, el problema ya es de los estados y trasciende a los bancos en si mismos.
Entonces, existe consenso acerca de que los estados soberanos deberían tomar un rol más activo para garantizar la solvencia de sus sistemas financieros, como una manera de evitar un efecto en cascada como fue Lehman Brothers en el año 2008.
Sin embargo las autoridades políticas y monetarias están lejos, hasta ahora,de cumplir una función efectiva en la administración de los recursos financieros, y esa ausencia de actitud de los gobiernos es lo que espanta, porque falta quien “le ponga el pecho a las balas”.
Y otra faceta de todo este conflicto es la prueba fáctica que el libre mercado, “extremo”, estuvo lejos de aportar soluciones de fondo para una problemática que, de alguna manera, ayudó a generar.
Así mismo se demostró con el stress test la falacia de la integración financiera europea, ya que mientras algunos países y bancos de la alianza lucen saludables otros socios del bloque se encuentran decididamente en mala situación.
En consecuencia muchos europeos sienten que el poder económico y financiero de la alianza se encuentra fuertemente concentrado en algunas pocas naciones, lo cual está lejos de reflejar el concepto de una asociación cooperativa de naciones.
Luego, y en forma coherente con lo anterior, cada país de la UE es hoy responsable en forma individual por la emisión de deuda soberana, a la vez que guarda amplia potestad sobre la administración del sistema financiero y bancario de su país, status que demostró su incapacidad para coordinar los intereses y políticas de los socios comunitarios.
En consecuencia los europeos necesitarán, en la búsqueda de una integración real que le permita sobrevivir, desarrollar estrategias unificadoras para el manejo de los fondos de la alianza y, por ende, la administración de todo el sistema financiero bajo un paraguas único que refleje cierta homogeneidad y espíritu de solidaridad comunitaria.
La gran pregunta es que opinarían los ciudadanos de los países mas ricos al tener que continuar con la ayuda a sus vecinos menos afortunados.
Y la síntesis que resultará de ese choque entre las necesidades y las posibilidades concretas será la clave para saber si es posible llegar a políticas integradoras supranacionales en Europa.
En consecuencia, y dado que la realidad a veces le fijar la agenda a la política, urgentes decisiones seguramente deberán tomarse en los próximos meses.
Y se verá si la crisis lleva a la unión del sistema financiero de Europa o, por el contrario, lo fragmenta por un largo período.
Porque aquí lo “fundamental” (la estabilidad de la alianza) bien podría correr la suerte de lo “accesorio” ( la calidad del sistema financiero del viejo mundo)
Y, como dice el saber popular, juntos podemos ser más.
lunes, 18 de julio de 2011
Stres Test europeo,de poco sirvió para generar confianza.
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